La psiquiatría: el único negocio en donde el cliente NO tiene la razón

En Terminator 2: Judgment Day, Sarah Connor está encerrada en un hospital psiquiátrico por afirmar que robots del futuro vienen a matar a su hijo. En 12 Monkeys, James Cole es internado al prevenir al mundo de una futura pandemia que él ya vivió. Este recurso cinematográfico ejemplifica el modus operandide la psiquiatría, que básicamente consiste en catalogar de locura todo aquel discurso y/o comportamiento que no encaje con la idiosincrasia y cosmovisión contemporánea. A diferencia de lo que muchos creen, la psiquiatría apenas tiene bases biológicas y cuando las tiene, estas son sumamente subjetivas y cuestionables.Antes de hablar sobre la psiquiatría en sí, es necesario enfocarse en su principal base: el Manual de Diagnóstico y Estadística para los Trastornos Mentales (DSM, por sus siglas en inglés). El DSM fue creado en 1952 para tener un referente oficial de trastornos mentales. Para cada edición del manual, varios psiquiatras forman un comité subdividido en cada grupo de trastornos (grupos de trabajo para los trastornos sexuales, grupos de trabajo para la esquizofrenia, etc).Cada trastorno se incluye o elimina del manual según las resoluciones de estos grupos de trabajo, basados en la experiencia de su misma disciplina y en las investigaciones científicas del momento (de neurología, de genética, etc). Actualmente, los psiquiatras basan su diagnóstico en la versión IV (publicada por primera vez en 1994 y revisada nuevamente en el 2000) y está en preparación la versión V, de la cual podemos leer avances en su página oficial. Para este texto pretendo utilizar ambas versiones (incluso sin estar terminada, los avances de la quinta versión dicen mucho de la práctica psiquiátrica).

El principal problema del DSM es que establece enfermedades sin tener una base que asegure que son trastornos. Un ejemplo de ello es el trastorno de la lectura (o dislexia), una enfermedad que está presente en la cuarta versión del manual, siendo que la causa genética aún es una hipótesis que se discute. Efectivamente, los exámenes genéticos sólo prueban de 40% a 50% de los casos diagnosticados de dislexia. Y de hecho, para diagnosticar un caso de dislexia, un psiquiatra sólo debe buscar la referencia de los síntomas en el DSM y no es necesario ningún tipo de examen extra.

En el libro Esquizofrenia: nuevas perspectivas hay un ensayo (Evolución, neurodesarrollo y esquizofrenia) escrito por César Ojeda que hace énfasis en esta diagnosis irresponsable por parte de la psiquiatría. El autor parte por mencionar que los seres humanos somos “organismos que tienen la capacidad de cambiar su estructura y modo de operación en respuesta a claves ambientales” (48) y por lo tanto muchas características de los llamados trastornos pueden ser aspectos desarrollados por la persona en respuesta a ciertas experiencias. César Ojeda también examina las principales fallas de las distintas teorías que han intentado explicar la esquizofrenia desde el punto de vista biológico, neurológico y genético y hace énfasis en que cada teoría sobre el origen de la esquizofrenia debe basarse en los nuevos descubrimientos de la teoría de la evolución.

Si bien las réplicas de Ojeda son muy interesantes e informadas, carece un poco de análisis social. Creo que la falla más importante de todas las teorías científicas que intentan descubrir un gen, una característica neuronal o una hormona que determine los trastornos mentales, es que se basan en una mayoría inexistente. Los investigadores funcionan a base de estadísticas: juntan a una X cantidad de personas y en base a ese grupo publican sus resultados. Pero esos grupos no suelen sobrepasar las mil personal. Considerando que la población mundial asciende los seis mil millones de personas y, estudios basados en esa mínima cantidad no pueden tomarse como la verdad. Y, vamos, para trabajar con personas creo que lo prudente sería usar información cierta y no meras teorías o estimaciones: estamos hablando de la vida de personas. Darle pastillas a un ser humano afectará su salud, su vida social y su salud mental o espiritual. Es una tremenda responsabilidad

Sumado a esto, también surge otra pregunta: ¿por qué la mayoría debe ser sinónimo de normalidad? Incluso si se hicieran investigaciones neurobiológicas o genéticas a toda la población mundial, no es posible saber si la mayoría es la sana o la mayoría es la enferma. Sigue siendo un enfoque subjetivo.Históricamente, ciertos aspectos que hoy se consideran locura, fueron considerados propios de santos o profetas. Asimismo, otras características que hoy consideramos “normales”, en otras épocas fueron consideradas enfermedad (la “negritud” y la homosexualidad, por ejemplo, consideradas enfermedadespor parte de los psiquiatras en tal época).

En la próxima versión del DSM, se pretenden catalogar como trastorno la adicción a los juegos y al internet, las compras compulsivas y hasta la transexualidad. Esto haría que un amplio porcentaje de la población fuera catalogada como enferma mental. Considerando que las leyes de muchos países, como la chilena y la estadounidense, obligan al paciente a recibir un tratamiento, es posible que una cantidad considerable de personas sea internada o reciba medicación. Además, la transexualidad volvería a considerarse una patología, aumentando la estigmatización. Y lo cierto es que la transexualidad (y casi todos los «trastornos» mentales) no es una enfermedad, como el cáncer o la peste, que afectan a las personas independientemente del contexto en que se ubiquen: la transexualidad afecta a ciertas personas por el grupo social en que se haya inmerso. ¿Es correcto, entonces, tratar con el individuo en lugar de modificar nuestro funcionamiento social?

A mi parecer, la psiquiatría clínica es una practica que debiera desaparecer y dar lugar a la psiquiatría social o a la terapia ocupacional. La primera, se enfoca en las causas sociales que pueden provocar que un individuo no pueda adaptarse y busca tratamientos en conjunto con toda la sociedad. La segunda, busca un tratamiento en conjunto con el individuo: no lo excluye como hace la psiquiatría. Ambas, cuidan de no calificar a la persona como enferma o trastornada. Lo cierto es que estas personas sólo son producto de sus experiencias.

Antes de poner sus vidas o las de sus hijos en manos de psiquiatra, miren esta disciplina de manera critica. La hiperactividad, la esquizofrenia, el síndrome de Asperger, NO son enfermedades ni trastornos, sino conjuntos de características que la sociedad no quiere aceptar. Tratarlas como enfermedad sólo logrará que estos aspectos no sean aceptados. Debemos luchar por lo contrario: por la aceptación de la diferencia

Bibliografía útil (no mencionada en esta entrada):

Los anormales de Michel Foucault
El poder psiquiátrico de Michel Foucault
(y gran parte de la bibliografía de Foucault)
Psiquiatría y antipsiquiatría de David Cooper
Bajo presión de Carl Honoré
El mundo feliz de Aldous Huxley
Una nueva visita a un mundo feliz de Aldous Huxley

Si conocen más libros o artículos, recomiendenlos.