Sobre el «jardín del terror» y el maltrato infantil

Este 14 de abril Meganoticias presentó un reportaje sobre el maltrato a menores en un jardín infantil de Quilicura. En las grabaciones hechas por los periodistas se puede constatar cómo las «tías» golpean, zamarrean, gritan e ignoran a los niños que deberían estar cuidando.

Yo me enteré de la noticia por Twitter, cuando alguien difundió el reportaje. Mi primera reacción fue de repudio hacía esas mujeres. Casi todos los comentarios al respecto en las redes sociales eran mensajes de odio y deseos de venganza y castigo: «que se pudran en la cárcel esas perras», «sáquenles la chucha» e incluso hubo acoso cibernético a sus cuentas de Facebook,  a la de sus parejas y más de una publicación con las direcciones de las susodichas.

Les seré honesta: en un principio también tuve ganas de participar en todo ese revuelo. Y es que ver cómo golpean a unos niños, especialmente si eres padre, te revuelve el estómago. Por suerte mi novio, mucho más cuerdo que yo (en ocasiones xD), enfrió un poco mis pasiones y me hizo pensar en el asunto de manera más analítica.

Para empezar, creo que en nuestro país existe una contradicción latente entre la existencia del maltrato infantil y lo que dicen las leyes sobre el mismo. La ley contempla penas de multas, trabajo comunitario o cárcel para quienes provoquen daño físico o psicológico a menores, así como también orientación familiar para los casos más leves [1]. Sin embargo, socialmente el maltrato infantil sigue existiendo: un estudio de la Unicef realizado en el 2006 en algunas regiones de Chile (incluyendo la Metropolitana) determinó que 75,3% de 1525 niños recibía algún tipo de maltrato (psicológico, físico leve o grave) [2]. Y no sólo esto, sino que el maltrato infantil es aceptado por parte de muchas personas, llegando incluso a afirmar que a causa de las prohibiciones de golpear a los niños los jóvenes «no distinguen entre el bien y el mal» [3] o que el castigo físico es necesario porque llega un punto en el que «los jóvenes no entienden con palabras» y que «hay chicos que merecen un tirón de pelo o una palmada en el trasero» [4]. Además, se reacciona con violencia frente a los niños o adolescentes que osan defender sus derechos [5].

¿Nos seguimos extrañando que estas «tías» hayan recurrido a la violencia cuando los chicos no obedecían? Claro, se puede decir que ellas no son las madres, por lo que los golpes no corresponden, pero sería una excusa barata: el efecto de la violencia en los niños tiene igual o mayor impacto viniendo de los padres [6] [7]. Me parece que estas mujeres sólo fueron el chivo expiatorio de una sociedad que quiere sentirse mejor con respecto a su propio actuar.

Si de verdad se busca un cambio, hay que partir por casa. Exigir cárcel o golpear a estas mujeres no va a servir para evitar que más niños sean maltratados: este no es ni el primer caso ni será el último de maltrato en jardines y salas cuna. Las únicas formas de evitar que eso suceda es rechazando totalmente cualquier tipo de maltrato, físico o psicológico (¡de parte de cualquier persona y hacía cualquiera!) y ser más responsables con respecto a donde dejamos a nuestros hijos (varios padres señalaron que habían notado comportamientos extraños en sus hijos, pero seguían enviándolos a la institución). Seguir pidiendo cárcel y justicia no eliminará ni el sufrimiento de los niños ni de otros que probablemente estén pasando por lo mismo, incluso en sus propios hogares.

El periodismo ataca de nuevo

El diario chileno Las Últimas Noticias no se caracteriza precisamente por su prolijidad a la hora de investigar. Es más, LUN suele ser un periódico más de farándula que de cualquier otra temática más relevante y por lo mismo, a veces resulta ilógico dedicar tiempo y esfuerzos a rebatir sus artículos. Sin embargo, también hay que considerar que es uno de los diarios más vendidos del país y que la población suele tomar la perspectiva periodística como si de expertos se tratara. Por esto último, quisiera dedicar una entrada a rebatir el artículo «Veganos: no comen nada que tenga ojos«, escrito por Máximo Peralta.

Máximo Peralta comienza su artículo con el pie izquierdo afirmando que los veganos no consumen ciertos tipos de levaduras. Probablemente su comentario se deba a que la levadura está hecha de hongos, que son seres vivos. Sin embargo, los hongos se asemejan más a las plantas que a los animales, pues son seres vivos no sintientes. Un poco de investigación en las principales páginas sobre el tema hubiera dado al autor una idea mucho más clara de que puede o no consumir un vegano (en Conciencia Animal, Euroveg y Vegetarianismo.net el consumo de levaduras está recomendado en una dieta vegana).

Luego, Peralta menciona el caso de la familia vegana Le Moaligou. Esta familia francesa ha sido muy mencionada los últimos días debido a que su hija de 11 meses murió de desnutrición. Gran parte de la prensa mundial, LUN incluido, han achacado esa muerte al veganismo, sin considerar los principales factores que causaron la muerte de Louise:

– La familia Le Moaligou no sólo era vegana, sino también naturista. No creían en la medicina occidental, por lo que no llevaban a su hija al control pediátrico correspondiente. Esto se pone peor cuando se informa que Louise tenía una bronquitis crónica no tratada. Como ideología, el veganismo no se opone a la medicina. 

– Louise era alimentada exclusivamente con leche materna. Esto no sería un problema de no ser que la lactancia exclusiva sólo es recomendada hasta los 6 meses: luego se deben incluir otros alimentos que la beba de 11 meses no consumía.

– Los medios también han señalado que la leche de Sergine, la madre, no tenía los nutrientes necesarios debido a su veganismo, sin considerar que estudios hechos en países africanos han demostrado que la leche materna es nutritiva incluso si la madre sufre de desnutrición. Por supuesto, lo óptimo es que la madre esté bien nutrida, pero si esto no sucede sigue siendo poco probable que un bebé muera de desnutrición siendo amamantado.

En el fondo, el artículo de Peralta termina mezclando un montón de cosas para dar la impresión de que el veganismo es una dieta poco saludable. Crea fantasmas donde no los hay y propicia que los padres que optan por alimentar a sus hijos bajo tal régimen sean mal vistos y criticados. Imagino que también es un artículo que puede crear conflictos en los hogares donde los jóvenes siguen tal dieta. Pero claro, no importa crear conflictos y escribir un artículo mediocre y desinformado con tal de cumplir con la pega.