{Fanzine} ¡Desescolariza-te! Alternativas al sistema escolar

¡Desescolariza-te! Alternativas al sistema escolar es la primera publicación de Ediciones Oveja Negra. Como se indica en la contraportada:

Este fanzine surge de la necesidad de recopilar y poner en un solo relato, en lo posible breve y accesible, un conjunto de saberes y propuestas sobre la educación y la escuela, que se encuentran fragmentados en forma de artículos, libros, conferencias, etc. En el contexto del fuerte movimiento estudiantil del año 2011, la ausencia de algunas perspectivas en el debate en torno a la calidad de la educación motivó la elaboración de un trabajo que espera hacer algo de bulla ahí donde hubo silencio.

Pensado especialmente para [futuras/os] madres y padres que pretenden criar a sus hijos en libertad, pero dirigido también a “escolares” que se sienten agobiados y desamparados bajo este sistema, el trabajo de los autores se verá recompensado si este folleto sirve al lector como la chispa que detone su curiosidad, su interés y e investigación personal.

No esperamos que tras la lectura de este texto comience una oleada de desescolarización masiva, pero nos alegraría que al menos tú pensaras más seriamente en hacerlo.

Te invitamos a leer, difundir y aportar.

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Hacer activismo con los hijos

Hace un tiempo discutía con varias personas que pertenecen a una agrupación de padres y madres veg[etari]anos. La discusión se armó cuando una madre llegó diciendo que se había dado cuenta que imponer cualquier idea, por buena que pareciera, no era un acto de amor, así que había decidido permitirle a su hija elegir si comer carne o no. Ya estaba harta de armar una guerra en torno a la comida. Su posición me pareció sumamente acertada y la comparto: es más, desde que supe que estaba embarazada tuve claro que Samanta sólo iba a ser vegetariana hasta que adquiriera conciencia sobre sus alimentos. Si luego quiere comer carne, yo misma se la cocinaría.

La cosa es que después del comentario de la señora, llegaron montones de personas a decir que cosas como «nosotros sabemos lo que es mejor para nuestros hijos» y «los niños tienen que aprender a confiar en sus padres y comer lo que se les sirve en la mesa», lo cual me pareció sumamente gracioso porque esas mismas personas son las que en algún momento tuvieron que batallar con sus propios padres para poder ser veg[etari]anos. También comentaban cosa como «si mi hijo quiere comer carne, que lo haga fuera de mi casa». Postura que tampoco consideré coherente debido a que si es uno el que cocina carne en su casa al menos puede buscar granjas tradicionales para asegurarse que el animal no ha sido criado en tan malas condiciones como las industriales.

Gracias a ese debate me puse a pensar en uno más amplio: ¿es válido hacer activismo con nuestros hijos? Mi respuesta es que no. Una de las razones de mi negativa es que si uno intenta motivar o imponerle a los hijos que crean en lo mismo que uno al final la cosa resulta al revés. De tanto oír a tus padres predicarte una cosa, terminas quedando chato y con ganas de hacer todo lo contrario, quizás no siempre de manera consciente. Pero la otra razón, aún más importante, es que no es «justo» para el niño estar recibiendo el constante adoctrinamiento de sus padres, sea este relacionado con la alimentación, con su comportamiento o con su sexualidad.

Una cosa es predicar a personas que no viven con uno y sobre las que no tenemos ninguna influencia inherente. Pero otra muy diferente es joder a los niños día tras día con discursos sobre lo que comen, lo que hacen, lo que leen, lo que ven, etcétera. Por ejemplo, para abordar el consumo de carne con los hijos creo la cosa debe ser más bien casual: que el tema surge y se comente, pero no como algunos padres pretenden hacerlo: mostrar documentales, fotos, hacer comentarios a cada rato… Yo lo viví en el sentido inverso, pues a mi madre no le agradaba que fuera vegetariana y es terrible saber que cada comida tiene un potencial riesgo de que alguien llegue y te dé discursos sobre ello.

Con esto no quiero decir que no se pueda conversar con los hijos o entregar tu punto de vista. Sólo me parece necesario diferenciar esto de la prédica. La conversación es casual, breve, permite al otro entregar sus puntos de vista sin menospreciarlos y permite la retroalimentación. La prédica, por el contrario, es extensa, insistente y contiene el peso de la autoridad, por lo que no permite contradicciones. Yo soy vegetariana por compasión hacía los animales (humanos y no humanos) y hacía la naturaleza, pero aún así no me gustaría inculcarle a mi hija esos valores. Sí hablarle de ellos, enseñarle y mostrarle lo que sufren los animales, pero inculcarlo, entendiendo esto como la constante repetición de ideales o la obstinación de lo que se siente y se prefiere, no. Por la simple razón de que no quiero ponerle etiquetas, ya sean religiosas, morales o psiquiátricas. Que ella elija sus propias etiquetas. Yo puedo enseñar, por supuesto, pero como ya dije, no me gustaría inculcar.

Obligar a nuestros hijos a ser vegetarianos o veganos es adoctrinar, por más que se cubra de palabras bonitas. El mismo lenguaje es utilizado por personas que obligan a sus hijos a rechazar a los homosexuales, negros, etcétera. Aún cuando tengo plena seguridad de que lo correcto es no comer animales, especialmente de aquellos que provienen de la industria, si obligo a mi hija a seguir lo que yo pienso -por más argumentos que tenga a mí favor- estaré adoctrinándola.

Si de verdad a alguien le interesa que sus hijos sigan ciertos valores o se comporten de cierta forma, pues debieran predicar con sus acciones: la única carta válida es dar el ejemplo (los niños generalmente hacen lo que ven y no lo que les digan que hagan). Y claro, también es posible que los hijos no hagan lo mismo que nosotros, pero ¿cuál es el problema? Puede que los hijos salgan de nuestro cuerpo, pero al fin y al cabo están destinados a ser seres autónomos, con su propia forma de pensar.

Hay una imagen que me enviaron una vez en donde unos padres vestidos como punks se despiden de su hijo vestido con un terno y se preguntan qué hicieron mal. Imagino que la persona quería decir que eso me iba a pasar a mí. Me causo una gracia triste, porque esa es la regla: padres que se decepcionan de sus hijos sólo porque estos hacen lo que uno no quiere que hagan. En mi caso tengo bien claro que quizás mi hija no sea como yo y no profese mis valores. ¿Me sentiré decepcionada? Jamás. Mientras sea feliz, mientras elija lo que ella considere correcto, me sentiré triunfante como madre. Por cierto, no se imaginan la tristeza que me invade el escuchar a adolescentes diciendo que ojalá sus padres fueran así…

Para crear futuros esclavos

Uno de los principales beneficios de comprar libros usados, además del precio, es que encuentras títulos imposibles de encontrar en otros lugares. Fue en una preciosa librería en San Diego en donde encontré Escuela para padres (Tomo I) de Eva Giberti. No fue sino hasta hace poco que me puse a leerlo: la verdad es que lo compré más pensando en una fuente de investigación histórica que en un libro que me fuera a ser útil ahora, ya que al ser publicado en 1961, bueno… Me imaginaba un escrito de corte mucho más tradicionalista, pero resulta que no: Eva Giberti es una psicóloga, psicoanalista, profesora y asistente social argentina, caracterizada por su defensa a los DD.HH, estudios de género y su prioridad a la libertad en la educación de los niños.

Del libro mencionado quisiera compartir un artículo que me pareció sumamente interesante, sobre todo considerando que en nuestro país está el boga el tema de la educación. Para crear futuros esclavos es un texto que trata sobre la necesidad de fomentar la libertad y creatividad en las escuelas y en el hogar. Se hace una mención a la URSS que me parece interesante: por aquel entonces se creía que el capitalismo realmente podría traer más libertad que el socialismo soviético, pero quiénes vivimos en la actualidad nos podemos dar cuenta que si bien existe mucha libertad para vender, poner altos precios y saquear la naturaleza, también existe mucha manipulación para vender dichos productos e imponer tendencias, socavando las posibilidades de libertad. La escuela, al menos para las clases baja y media, es una instancia para crear mano de obra barata y se continúan apoyando modelos familiares tradicionalistas, arcaicos y adultocentristas. Hago estos reparos para que el artículo sea leído en contexto y se hagan las actualizaciones necesarias para ver cómo puede aportar a nuestro país y cultura occidental en general.

Para crear futuros esclavos de Eva Giberti [1]

Bajo el común denominador de «peligros morales» se encierra una atiborrada serie de riesgos, aparentes y reales, que sobrevuelan o se agitan alrededor del niño: la educación sexual, la vagancia, la convivencia con compañeros calificados como no aptos, el enfrentamiento con situaciones groseras y traumáticas, las experiencias tempranas alrededor de hechos que debieran esperar una mayor madurez, los ejemplos poco edificantes, la falta de sanciones para delitos punibles y la gama total de enumeraciones que, dentro de nuestra cultura, nos permite hablar de peligros morales para la niñez, sin descontar la buena dosis de prejuicios y fariseísmo que condimentan muchos hechos realmente no peligrosos. En general, si bien no hay todavía entre nosotros un conciencia nítida alrededor de lo que sí representa un riesgo para el chico, existe la posibilidad de polémica en favor de uno y otro postulado. Lo grave reside en aquellos sectores donde la inercia, el hábito, la indiferencia o la falta de información o meditación, permiten el desarrollo de prácticas educaciones que también constituyen peligros morales no solamente para un niño, sino para generaciones íntegras. Me refiero concretamente al peligro de la masificación, de la estandarización, de la pérdida definitiva de la personalidad en aras de postulados sociales, de orden y equilibrio, que conducen al hombre a ser cada vez menos individuo, menos personal y a diluirse en la indiferenciada multitud de los que coinciden, de los que obedecen ciegamente, de los que aceptan, de los que no revisan ni crean. La destrucción de la personalidad es un peligro moral que, viniéndonos desde afuera y partiendo desde los otros, sólo precisa encontrar campo propicio para  germinar. Una buena preparación de ese terreno la constituye la tendencia a la uniformidad y la persecución sistematizada y temprana de toda reacción o comportamiento original, capaz de salirse de los principios corrientes, habituales. La escuela, al menos entre nosotros, es la mayor fomentadora de los esquemas rígidos y tradicionales, no en lo que de importante y valiosa tiene una tradición, sino en cuanto es cómoda, conocida y bien probada. No sólo aquello que se enseña, sino cómo se enseña, constituyen increíbles ejemplos de mediocridad y estancamiento contra los que heroicamente luchan muchos educadores responsables.

Aquello que empieza con aulas de bancos simétricamente dispuestos, en los que los chicos no pueden moverse, que continúa con respuestas estereotipadas y dibujos calcados en cuadernos que deben ser todos igualitos y que se perpetúa en la enseñanza no renovada de hechos que, además de falsear realidades, no colocan al chico en su realidad inmediata, encuentra excelente eco en aquellos hogares donde los hijos deben comportarse y actuar como los demás y no como su personalidad lo señala. No es por casualidad que nuestros estudiantes universitarios están perdiendo el hábito de la bibliografía, lo mismo que los secundarios, y reclama apuntes para estudiar todos lo mismo en el menor tiempo posible. El hábito de pensar y discernir se está quebrando para entregar iniciativas fundamentales en manos de otros que piensen y decidan por nosotros: el peligro moral están en la entrega de nuestra originalidad, entrega que preparamos desde la niñez, vendiendo el derecho a ser distintos, de ser individuos, a instituciones o individuos que resuelvan en nuestro nombre. No puedo menos que transcribir un párrafo de Bertrand Russell, quien, en el terreno de lo internacional, ofrece un planteo y un contrapunto clarificador. Dice así:

«Están disputándose el mundo dos concepciones muy distintas de la vida humana. Para nosotros una gran sociedad es aquella que está compuesta por individuos que, en la medida humanamente posible, son felices, libres, creadores… El individuo debe tener su conciencia personal y sus fines personales, con libertad para desarrollarlos, salvo cuando causa daño a los demás… El gobierno ruso tiene una concepción distinta de los fines de la vida. Juzga que el individuo no tiene importancia y que cabe gastarlo… Se cree justo que los hombres sean esclavos rastreros, inclinados ante esos seres semidivinos que encarnan la grandeza del Estado».

Las dos posiciones están claramente expuestas y si bien existen los matices intermedios, a nadie escapa que la mejor manera de condicionar futuros esclavos es permitir que se eduque a nuestros chicos en la monótona repetición de esquemas que no condicen con su ínsita personalidad. Por ello este capítulo tiene, como finalidad inmediata, señalar a los padres preocupados por la moral de sus hijos un aspecto soslayado y poco debatido: la posible transformación de los hijos en hombres-masa, lamentable destino de los niños preparados para conformarse y repetir.

[1] Giberti, Eva. Escuela para padres. Tomo I. Buenos Aires: Esece Editora, 1968.

Homeschooling en Chile

Es difícil saber cuándo me acerqué al tema de la educación en casa. Creo que fue gracias al libro La pasión de aprender de Robert L. Fried, aunque su eje central son las formas de hacer escuela alternativas (Montessori o Reggio Emilia, por ejemplo). Sin embargo, acercándome a esas pedagogías me enteré de la educación en casa y de su implementación en Chile. El tema llamó mi atención porque viví en carne propia cómo el sistema educacional hegemónico aniquila la pasión por el aprendizaje de muchos niños. Soy una de esas personas que se sintió infeliz yendo al colegio: tenía muchas pasiones a las que no pude dedicarles tiempo y la obligación de estudiar otras tantas que nunca me han sido de utilidad. Resultó interesante conocer una manera diferente de hacer las cosas, pues me crié con la idea de que ir a la escuela era casi tan necesario como alimentarse.

En Chile, el homeschooling no es algo tan habitual como en otros países, pero sí está teniendo buena acogida. Ya son muchas las familias que han sacado a sus hijos del colegio (varios blogs, entrevistas, reportajes, entre otros dan cuenta de ello) y otras personas, que aún no son padres, se plantean la posibilidad. Cabe preguntarse, ¿por qué hay personas que no quieren enviar a sus hijos al colegio como el resto? ¿Cuáles son los beneficios de la educación en casa por sobre los beneficios que otorga el sistema educacional chileno? Si bien cada familia tiene su forma de educar en casa y sus motivos para hacerlo, trataré de presentar los principales ejes de este tema.

Advierto de inmediato que no soy ninguna experta (aunque habría que preguntarse desde cuando la experticia es garante de algo…). La mayor parte de mis conocimientos sobre homeschooling se basan en la teoría y en experiencias ajenas. Por lo mismo, cualquier corrección es bienvenida y también las discusiones que puedan surgir sobre el tema. También debo aclarar que esta entrada no busca ser un ataque hacía nadie: si hay personas que les gusta el colegio o sienten que ha sido eficiente en su caso, ¡me alegro por ellos! Sólo hago un llamado a abrir sus mentes a otras posibilidades: no todos somos iguales ni reaccionamos de la misma forma a ciertos estímulos.

I. ¿Qué ventajas tiene el homeschooling?

Atención individualizada: Esto es sumamente importante, pese a que no se le dé mayor importancia en el sistema educacional. Cada persona aprende a su manera, por lo que en la escuela no se puede enseñar de una forma que sea apta para todos, provocando que muchos chicos queden rezagados. Por ejemplo, existen estudiantes que aprenden más a través de lo sensorial (el tacto, el movimiento, las emociones) que mediante la lectura de un texto o la audición de una clase. Son chicos que necesitan moverse y tocar para aprender, por lo que la habitual sala de clases con el profesor al frente y los alumnos en sus respectivos puestos no suple sus necesidades. Lo peor de todo es que el sistema achaca a esos niños la culpa por su fracaso [1]. Al educar en casa esas necesidades podrían ser satisfechas.

Cada familia puede organizarse como mejor le convenga: Al educar en casa el horario es más flexible y adaptable a las necesidades familiares. La mayoría de las familias homeschoolers también tienen horarios (guiados, sobre todo, por los trabajos paternos), pero estos permiten que los chicos puedan optar por pasar el día en la biblioteca, asistir a talleres que se dan en horario «escolar», pasar más tiempo con sus padres al no tener tareas obligatorias, etc.

Preparación para la vida «real»: El principal argumento de quienes se oponen a este tipo de educación es que los padres estarán encerrando a los hijos en una burbuja. Sin embargo, es más certero plantear el colegio como tal: los niños deben convivir con otros de su misma edad, en un salón con determinada cantidad de estudiantes y en donde generalmente conviven con personas de cierta clase social. Los niños casi no pueden tomar decisiones por su cuenta, pues todo lo que deben aprender, hacer y elegir es dictado por otros. En la vida, debemos tomar decisiones, convivir con personas de otras clases sociales, religiones, etnias, etc. En la «realidad», debemos elegir qué aprender, dónde, cuando y cómo. Lo cierto es que el sistema actual no prepara ni para la vida y, en ocasiones, ni siquiera para la universidad ni el mundo laboral [2]. Mucho menos para resolver los conflictos sociales y globales que enfrentamos, como bien ha planteado Alvin Toffler [3].

Promueve (o al menos no suele coartar) la creatividad: La escuela, en general, mata la creatividad innata. En palabras de Ken Robinson: «los niños son creativos y no les importa equivocarse, se atreven hasta con lo desconocido y luego siguen a otra cosa. Pero el sistema educativo les mata la creatividad, porque no admite el error. Todo el sistema escolar está basado en la prohibición y la corrección del error. A los niños los educamos de cintura para arriba, y SÓLO UN LADO DEL CEREBRO. Nuestra tarea es educar a la totalidad de su ser» [4].

Los niños pueden aprender lo que les interesa y sea de utilidad: El curriculum escolar está lleno de materias que tal vez nunca servirán (no señalo cuáles, pues esto depende de cada uno) y deja otras tantas de lado. Se imponen una serie de asignaturas obligatorias, en la mayoría de los casos sin presentar motivos de porqué se ha elegido estudiar X en lugar de Y. 

Y lo más importante: Los niños aprenden para ser felices y satisfacer sus necesidades, no para cumplir expectativas ajenas.

II. ¿Por qué no se opta simplemente por un colegio Montessori, Waldorf, Regio Emilia, etc?

Una de las principales razones por las que mucha gente no opta por colegios con estas pedagogías es por el precio. El Colegio Huelquen de Lo Barnechea, por ejemplo, cobra $350.000 de matrícula y $244.000 la mensualidad para la enseñanza básica y media (más una cuota de incorporación de UF 70,00) [5]. El Colegio Rayen Mahuida de Colina cobra una cuota de incorporación, siendo la más alta la de UF 60 para preescolar (este mes eso correspondería a $1.314.960) y la más baja, la de UF 20 para 3º y 4º medio ($438.320). Además, cobra una mensualidad de más de $180.000 [6]. El colegio Epullay cobra desde $168.000 mensuales, más una matrícula de UF 6,5  (equivalentes a $142.454) [7]. El colegio Giordano Bruno cobra una matrícula desde $160.000, una mensualidad desde $206.500, una cuota de materiales desde $97.000 y $2.400 de almuerzo [8]. Podría seguir, pero creo que el punto ya se entendió. Aún si el precio fuera alcanzable, estos colegios caen justamente en «encerrar» a los chicos en una burbuja. Porque, seamos sinceros, una familia de clase baja no podría pagar aranceles tan altos. Otra razón por la que no se suele optar por este tipo de colegios es que gran parte de ellos no cumple a cabalidad con las pedagogías que enseña: para entrar en ellos, por ejemplo, mucho de ellos piden exámenes de admisión. Al igual que la escuela hegemónica, dividen el conocimiento en asignaturas y horarios, tienen evaluaciones…

III. Socialización

La pregunta que viene a la mente de muchas personas es ¿cómo estos niños socializan? Pese a que el homeschooling significa literalmente «educación en el hogar», no quiere decir que los chicos pasen encerrados. La socialización puede lograrse mediante la convivencia con otros niños en lugares públicos (bibliotecas, parques, museos, cines teatros, etc), mediante talleres (scout, natación, orquesta, etc) y/o simplemente saliendo a la calle.

IV. ¿Cuánto cuesta educar en casa?

Depende de cada familia. La mayoría utiliza un computador (o más) con conexión a internet, pero habiendo una biblioteca pública cerca de la casa esto no es indispensable. Se puede gastar también en los materiales que habitualmente se compran para el colegio: cuadernos, lápices, libros, cartulinas, etc. Algunos también contratan profesores particulares, aunque leyendo blogs de homeschoolers en Chile he notado que son pocos los que hacen esto.  Con respecto a los talleres y actividades, estos se pueden encontrar gratis o a precios bajos. Aunque claro, este tema también depende de la situación familiar: si antes pagaban un colegio particular o subvencionado, financiar talleres tal vez no sea un gasto excesivo, pero sí en el caso de quienes estaban acostumbrados a la gratuidad del colegio público. De todas formas es necesario destacar que los talleres no son una necesidad: no hay que atiborrar al chico con actividades sólo porque no va al colegio.

V. Talleres y actividades gratuitas en Santiago:

  • Balmaceda Joven: Talleres gratuitos en diversas áreas. La mayoría se desarrolla dos veces por semana con duración de una a dos horas [9]. Por cierto, tienen sedes en otras ciudades.
  • Biblioteca de Santiago: En la cartelera de actividades se pueden encontrar varios de los talleres impartidos, entre los que se encuentran de Karate, una Escuela de Cuentacuentos, Capoeira, Danza Folclórica, Filosofía, etc [10].
  • Talleres comunales: Se dan en varias comunas de Santiago y si bien algunos cobran, el precio es mínimo.

Sólo tengo información sobre Santiago porque es la ciudad en dónde vivo. Si alguien quiere aportar datos sobre su ciudad, puede hacerlo a mi correo o en los comentarios de esta entrada y yo los publico por este medio.

VI. ¿Todos los padres pueden educar en casa?

Pueden hacerlo muchos más de lo que la gente cree, pero no todos. Sé que hay muchos que tienen problemas económicos y ahí la cosa se complicaría. Pero, en algunos casos, hay que saber establecer prioridades: ¿necesitas Tv cable? ¿necesitas comprar ropa en grandes tiendas? ¿es necesario comprar bebidas gaseosas todos los días? ¿no sería mejor comprar en ferias libres en lugar de comprar en el supermercado?

En caso de que se puedan recortar gastos, uno de los padres podría optar por un trabajo part-time o simplemente por quedarse en casa. También existe la posibilidad de trabajar de manera independiente e incluso, para quiénes puedan hacerlo, está la opción de contratar a alguien que cuide al o los niños o buscar a alguien de la familia. En Concepción se dio algo aún más interesante: un grupo de padres se organizó para educar, por turnos, a sus hijos fuera de la escuela [11]. Todos eran trabajadores.

Con respecto a los conocimientos, en general no es necesario ser pedagogo para enseñar. Basta con tener paciencia, informarse harto sobre enseñanza y aprendizaje y estar dispuestos a investigar par a par con los niños, no ponerse a entregar conocimientos como dueño de la verdad (para eso los dejamos en el colegio, ¿no?).

VII. ¿Es legal en Chile?

Si bien la legislación chilena obliga a los padres a educar a sus hijos hasta cuarto medio (Ley 19.876) en un sistema formal, el artículo 10º de la Constitución también le da a los padres el derecho preferente y el deber de educar a sus hijos.

Pero para certificar sus estudios, los niños deben rendir exámenes libres del nivel y curso que un estudiante o su apoderado dice poseer, procedimiento regulado en el decreto exento Nº 2272/07, el cual permite rendir exámenes del curso que solicite, acreditando con las certificaciones correspondientes, el último año cursado. Para la rendición de estos exámenes los interesados deben completar una solicitud en el Departamento Provincial de Educación correspondiente a la comuna de residencia, que les indicará un establecimiento reconocido por el Estado, quien tomará dichos exámenes. De aprobarlos se les entregará la certificación correspondiente.En el Ministerio de Educación declinaron opinar sobre este tipo de enseñanza. “Dado que el ministerio no cuenta con información sistematizada sobre este método educacional no sería apropiado emitir una opinión en este sentido”, señalaron.

(Extraído de La Nación)

Corrección: en el extracto del diario La Nación se señala que es el artículo 10º el que le da el derecho a los padres sobre la educación de sus hijos, pero en realidad es el artículo 19º, numerando 10º.

VIII. Enlaces útiles

  • Epysteme: «La Asociación Epysteme está formada por un grupo de profesionales, padres y madres, expertos en homeschooling (educación en casa), que dan apoyo y solución a aquellas personas que por diversos motivos, independientemente de la edad que tengan, necesitan obtener certificaciones académicas de forma distinta a la escolarización presencial». Es caro para los chilenos, así que le recomiendo la inscripción sólo a aquellos que realmente puedan gastar en esto. Sin embargo, la página también es útil por sus artículos.
  • La opción de educar en casa: «Soy Madalen Goiria y en este blog ofrezco información relevante sobre el homeschool desde el 16 de abril de 2007. Se agradecen tanto las críticas como los comentarios». Este blog ofrece excelente información sobre el homeschooling.
  • Yo aprendo: «Yo Aprendo es un plan de estudios diseñado para ayudar a los estudiantes a mejorar su rendimiento académico. El plan de estudios incluye la instrucción, ejercicios prácticos y evaluaciones, así como audio / video tutoriales y enlaces a actividades interactivas para que el aprendizaje motivador y atractivo». La inscripción a este plan de estudios sólo cuesta $20.000 anuales, por lo que me parece muy recomendable para todos los bolsillos.
  •  Homeschool Chile: Esta página es para todos los interesados en la educación en casa. Se comparten opiniones, enlaces, vídeos, experiencias y más. Sólo se puede acceder a ella vía inscripción y luego de que se autorice el ingreso. Hay que pagar $1.000 al año.
  • Colegio personalizado Homeschool: Esta página contiene cursos desde la básica hasta la media y apoyo psicopedagógico. No sé que más contiene ni si cobran, porque aún no les envío un correo.
  • Educando en la casa: Andrea Precht es una profesora que decidió sacar a sus hijos del colegio el año 2009 y este es su blog. Les dejo el link con acceso directo a las preguntas frecuentes.
  • Laura Mascaró: Sitio personal de una abogada, escritora y madre homeschooler española.

IX. Libros recomendados:

  • El nuevo Summerhill e Hijos en Libertad de A.S Neill: En realidad, son muchos los libros de Neill(fundador de la escuela libre inglesa Summerhill) que sirven para quién desee educar en casa, pero elijo estos dos porque el primero fue escrito en una etapa bien avanzada de la vida del autor (lo que implica una mirada amplia de lo que fue su proyecto educativo) y el segundo porque se refiere más a la familia que a la escuela.Recomendar a este autor parte de una postura personal: a mucha gente puede que le desagrade, ya que la libertad (ojo: no libertinaje) que propone Neill es más de la que muchos padres estarían de acuerdo con otorgar. Pero bueno, pueden leerlos sin necesidad de seguir todas sus ideas y conservar lo que les parezca aceptable: sólo me gustaría decirles que traten de acercarse a estos libros con mente abierta.
  • Bajo presión de Carl Honoré: En este libro Honoré recopila muchísima información sobre los daños que puede provocar el estrés al que son sometidos los jóvenes, ya sea por el sistema escolar o por familias que ambicionan demasiado. Sólo menciona una vez la educación en casa, pero creo que en parte se debe a que los países que él estudió sí cuentan con escuelas alternativas accesibles.
  • Cartas a quién pretende enseñar de Paulo Freire: Como en todos sus libros, en este Freire hace un llamado a reflexionar sobre la enseñanza y la necesidad de que los niños tengan educadores respetuosos, que busquen el diálogo con sus estudiantes y no la mera entrega de contenidos.
“Educando en casa no hay un timbre que marque el ritmo de estudio. Uno no tiene por qué dejar una actividad con la que está disfrutando, en la que está concentrado, sólo porque se haya terminado la hora dedicada a esa materia. De hecho, ni siquiera hay materias en el sentido de asignaturas escolares. ¡EL MUNDO NO ESTÁ DIVIDIDO EN ASIGNATURAS!”
-Laura Mascaró.

Más allá del financiamiento

Cuando algún autor compara la escuela con la cárcel, surgen más comentarios en contra que a favor de dicha tesis. La gran mayoría concuerda en que esa estructura restrictiva es necesaria para que los jóvenes puedan aprender. Lo curioso (bueno, a estas alturas tan curioso no es… el amaestramiento funciona bien) es que son pocas las personas que se cuestionan: 1) ¿Qué aprender? 2) ¿Para qué aprender? 3) ¿Los costos del aprendizaje superan los beneficios?

Las dos primeras preguntas las hago porque, por más que concuerde que es necesario aprender, dudo que la escuela proporcione los aprendizajes que necesitamos. Todas las personas requieren aprendizajes diferentes, sin embargo el sistema escolar quiere homogeneizar esas necesidades. A lo más existe una diferenciación entre escuelas técnicas y científico-humanistas. Los más adinerados cuentan con escuelas de arte. Pero para quiénes quieren optar por otros caminos, la única opción es tragarse esos 12 años y resignarse. Como bien dijo Giorgio Jackson en el debate en el congreso, si esos  años no nos sirven, no existe manera de que nos lo retornen.

Con la tercera pregunta me refiero a aquellas personas que abogan a toda costa con que es necesario que los jóvenes aprendan lenguaje, matemáticas, biología, etcétera. Porque claro, necesitamos profesionales, técnicos y mano de obra. Pero ¿de qué sirve todo esto en una sociedad infeliz? Además, ¿por qué se piensa que en una sociedad en dónde la gente elija libremente lo que desea hacer, nadie elegirá dichos empleos?

En estos días qué tan en boga está hablar sobre educación, provoca impotencia ver que nadie analiza lo más profundo, que no es el financiamiento o la gratuidad, sino la estructura del sistema educacional en Chile y casi todo el mundo. ¿Han escuchado hablar de Summerhill, la escuela fundada por Alexander Sutherland Neill? De ella algunos dicen que fue un fracaso, que no preparaba a los estudiantes para otros centros o para la universidad. Lo cierto es que esa jamás fue la finalidad de Summerhill. La meta del proyecto creado por Neill era graduar a jóvenes felices, con el valor para ser ellos mismos y eso se logró con éxito.

(Lo curioso es que los críticos de Summerhill no suelen analizar lo complejo que es para un estudiante pasar de la escuela, tan restrictiva, a la universidad, donde al menos te exigen mayores responsabilidades y más creatividad)

Sería bueno sentarnos a leer sobre estos proyectos, sobre la «nueva escuela», porque importa un comino si la educación es gratuita o no, mientras los estudiantes estén infelices y estresados. Nuestra sociedad no mejorará con educación, sino con felicidad y esa no se obtiene necesariamente estudiando matemáticas o comprando cosas.

«Temo que la producción en masa haya llegado para quedarse, tanto en el comercio como en la educación. Hay que vaciar a todos los niños en el mismo molde; hay que educarlos para que jamás discutan nada. Y si los chiquitines sufren en el ínterin, eso es algo que a nadie le importa. Lo único que vale es el sistema, coactivo, la estandarización del carácter para que todos piensen en la misma forma, vistan en la misma forma, hablen en la misma forma. ¡La uniformidad ante todo! Y miles de pobres niños indefensos lloran y se sienten desgraciados en sus escuelas-fábricas».

– Alexander Sutherland Neill