Involución

Titulo original: Devolution
Autor: Edmond Hamilton
Año de publicación: 1936
Género: Ciencia ficción
Editorial: Ediciones B
Edición: 2007 publicado en Obras maestras :la mejor ciencia ficción del siglo XX, compilación hecha por Orson Scott Card.

Involución es un relato escrito por Edmond Hamilton y publicado en 1936. Isaac Asimov lo catalogó entre los tres relatos que no olvidó desde su adolescencia [1].

La historia comienza cuando Ross lleva a sus dos amigos biólogos, Gray y Woodin, al norte de Quebec en busca de unas extrañas criaturas. Estas fueron divisadas por Ross cuando piloteaba una nave en el sector. Las describe como «grandes y brillantes, como montones deslumbrantes de gelatina» (141). Semejante definición desata el interés de sus amigos por descubrir de que clase de criatura se puede tratar. Para su desgracia, no tardarán en descubrirlo…

En adelante, es posible que te encuentres con spoilers. Si no has leído este cuento y no deseas leer adelantos de la trama, no sigas leyendo.

En Involución unos extraños seres, parecidos a las primeras formas de vida en el planeta, llegan a la Tierra en busca de sus colonizadores. Al no encontrarlos, leen la mente de un humano para darse cuenta que nosotros somos la involución de su especie. Woodin es un biológo que cree fervientemente en la superioridad del hombre. Ante semejante revelación, opta por el suicidio.

En el relato de Edmond Hamilton pueden verse de manera clara dos constantes en nuestra sociedad: la creencia de que inevitablemente somos seres superiores y la falsa seguridad científica, que clasifica como verdades aquellas que sólo son teorías. Ambas ideas se personifican en Woodin, quien suele afirmar con excesiva seguridad que los seres protoplasmáticos y unicelulares fueron los «burdos y humildes comienzos de nuestra vida» (142).

Pese a que este cuento fue publicado en 1936, es posible afirmar que su contenido aún es vigente en la actualidad. La ciencia cada vez cobra más fuerza frente a una sociedad ignorante que toma todo argumento científico como verdadero, siendo que las disciplinas científicas están en constante corrección. Involución nos recuerda que la ciencia no necesariamente maneja la verdad y así como le sucede a los historiadores, los científicos pueden equivocarse en la interpretación de los datos.

El cuento de Hamilton también nos enseña a mirar con un poco más de respeto los otros organismos que conviven con nosotros en el planeta. Al fin y al cabo el hecho de que seamos humanos no nos hace necesariamente superiores: todo depende del punto de vista en que examinemos cada especie. Algunos árboles, como el Pinus Longaeva, tienen miles de años. Una bacteria encontrada en un cristal de sal sobrevivió por 250 millones de años [2]. Las hormigas pueden levantar 20 veces su propio peso y el escarabajo rinoceronte puede soportar hasta 30 veces su propio peso [3]. Según varios estudios recientes ni siquiera somos la única especie capaz de crear cultura, lenguaje o de sentir empatía [4].

Nos jactamos de ser capaces de crear literatura, descubrir el mundo mediante las ciencias, de analizar nuestros propios actos… ¿Pero de qué sirve todo esto si ni siquiera mejoramos nuestra calidad de vida? Vivimos más tiempo, pero también trabajamos más y tenemos menos tiempo para el ocio, menos tiempo para nuestras familias y, en resumidas cuentas, menos tiempo para vivir de verdad.

Involución es un cuento que nos invita a reflexionar con respecto a la altanería humana y, al mismo tiempo, a plantearnos otras posibilidades. Abrirnos, por ejemplo, a la posibilidad de que las ciencias no sean precisamente exactas. Considerar que quizás en un universo (o quizás más de uno) tan enorme, casi infinito, podrían existir especies inteligentes y tal vez mucho más inteligentes que nosotros mismos. Como todo buen cuento de ciencia ficción, al terminar de leer la historia de Hamilton nos queda la sensación de que las posibilidades pueden ser más grandes de las que imaginamos.

  • [1] Asimov, Isaac. La edad de oro de la ciencia ficción. Barcelona: Orbis, 1986. Versión digital, página 89.

Observadores del pasado: La redención de Cristóbal Colón

Título original:Paswatch
Autor: Orson Scott Card
Año de publicación: 1996
Género: Ciencia ficción
Editorial: Ediciones B, Colección Nova
Edición: 1996
Traducción: Rafael Marín

Siempre me ha gustado leer críticas literarias antes de elegir un libro. En ocasiones siento que simplemente es para terminar llevándole la contraria al crítico, pues siempre termino en desacuerdo con la opinión ajena. Y claro, ahora me ha pasado con el libro Observadores del pasado: la redención de Cristóbal Colón de Orson Scott Card.

La novela narra la historia de un futuro en donde la Tierra permanece en cierta paz, pero después de muchas catástrofes que han dejado la población sumamente reducida. Esta sociedad le da mucha importancia al pasado, pues pueden aprender de él. Por ello, crean una organización llamada “Vigilantes del pasado” que, mediante avanzadas maquinas, pueden observar en detalle todo lo acontecido antes. Tagiri, una observadora de dicha organización, se dedica al estudio de la esclavitud. Un día, descubre que una de las indígenas que observa sueña con Tagiri y es capaz de describirla. Eso la hace pensar que con la tecnología apropiada, podrían influir en el pasado y “repararlo”. Para ello se crea el Proyecto Colón, que toma el descubrimiento de América como un importante punto de cambio que se debe modificar. A partir de ello, entran en juego varias interrogantes acerca de la posibilidad de cambiar el pasado y de las implicancias morales de hacerlo.

En adelante, es posible que te encuentres con spoilers. Si no has leído la novela y no deseas leer adelantos de la trama, no sigas leyendo.

Lo primero que debo decir de este libro es que está muy bien escrito. Orson Scott Cardengancha rápidamente y es uno de aquellos textos que no puedes soltar hasta terminarlo. El lenguaje utilizado en la obra es muy sencillo y las oraciones breves facilitan la lectura de un párrafo tras otro. Y a pesar de que los diálogos son un poco forzados, la novela resulta bastante creíble.

La principal crítica a Observadores del pasado es que carece de rigurosidad histórica. En la página Bibliópolis, Rafael Muñoz Vega incluso afirmó que Card olvidó por completo las “grandes fuerzas económico-sociales que formaron la historia» [1]. Sin embargo, en el libro no se ignoran los grandes sucesos sociales. Es sólo que al autor se muestra más partidario de una Historia poco predecible, en la que cualquier pequeño cambio puede cambiar el curso de los sucesos. Lo cual resulta un ejercicio sumamente útil, pues desestructura la creencia de que las cosas inevitablemente iban a resultar de una manera.  Y claro, facilita el mensaje que Card quiere entregarnos: que podemos cambiar el futuro, que está en nuestras manos cambiar las cosas.

También se ha comentado que el autor manifiesta de manera demasiado ferviente su cristianismo. Y si bien esto es cierto, no creo que sea reprochable. Al contrario, resulta novedoso que un escritor de ciencia ficción no termine tildando a la Iglesia Católica como la culpable de todo mal en la Tierra. Después de todo, presentar al cristianismo como un punto de unión entre indígenas y españoles no  resulta tan fuera de foco. Si los conquistadores hubieran sido cristianos consecuentes, habrían evangelizado sin necesidad de abusar o esclavizar.

Me han gustado también los personajes. Siento que son creíbles; manifiestan opiniones y sentimientos acordes a su carácter. Por una parte, el autor no se dedica a profundizar mucho en su vida personal, lo cual hace la novela mucho más fluida, pues queda claro que no es la vida privada de los personajes lo que interesa. Pero por otra parte, tampoco cae en el error de crear seres robóticos.

Esta novela definitivamente ha quedado entre mis favoritas. Tanto el desarrollo de la trama, como el mensaje que entrega me han dejado fascinada. Se la recomiendo, sobretodo, a quienes estén estudiando historia. O a quienes tengan esperanzas en algún día cambiar las cosas. Porque los grandes sucesos nunca dejan atrás a las personas y a veces, los pequeños detalles pueden cambiarlo todo.

“—Cambiamos al mundo —dijo ella.
—Por ahora, al menos —dijo Hunahpu—. Todavía pueden encontrar medios para cometer los mismos viejos errores.”