Todo para los estudiantes, pero sin los estudiantes

Teresa Marinovic es una Licenciada en Filosofía que gusta escribir columnas controversiales hasta tal punto que muchos hemos creído que se trataba de un experimento social. Pero no, de momento parece que la señora es real y lo que escribe va con honestidad. Su última columna se titula «Estudiantes: tomen asiento y oigan«. Esto ya genera en mi una sensación incómoda, pues siempre he sido de la creencia que para generar nuevas formas de hacer pedagogía tenemos que escuchar lo que desean los estudiantes, sus ideas para generar nuevos espacios de enseñanza. Apartarlos de esas decisiones es, en parte, lo que ha generado la actual crisis educacional: muchos apuntan al desinterés de los estudiantes, pero lo cierto es que si nunca se les ha preguntado qué les interesa, con qué profesores se sienten más cómodos, si prefieren clases prácticas o teóricas, etcétera, ¿qué interés podrían tener?

Marinovic habla de los secundarios de la siguiente forma: «No tienen derecho a voto. No pueden celebrar un contrato. No son jurídicamente responsables de lo que hacen. Son menores de edad». Y luego, señala que los universitarios «no han terminado sus carreras; las congelaron para dedicar su tiempo de estudio al activismo político. No son alumnos de excelencia. No tienen experiencia y mucho menos ciencia en materia de educación, pero la exigen gratuita y de calidad». Por estas razones, «no son interlocutores válidos».

En primer lugar, me parece tremendo que una Licenciada en Filosofía considere que el nivel de participación legal tenga alguna importancia. En la Antigua Grecia se excluía a las mujeres de la ciudadanía, hoy excluimos a los menores de edad. Sin embargo, esa exclusión no tiene fundamento real: muchos chicos menores de edad son capaces de analizar el mundo de manera mucho más profunda que adultos de cuarenta, cincuenta o sesenta años. La autonomía intelectual -entendiéndola como un pensamiento ya no pasivo, sino crítico y juicioso de lo que nos rodea- no se alcanza a una edad determinada, sino luego de una serie de procesos y experiencias. Muchos adultos aún no alcanzan dicha autonomía (es más, muchos políticos -esos que sí van a tener voz y voto en las decisiones- son incapaces de cuestionar costumbres o modelos como el rodeo, la familia o la escuela tradicional).

En segundo lugar resulta penoso que Marinovic resalte que ciertos universitarios no son alumnos de excelencia. La excelencia se mide con calificaciones y estas pueden ser un método falaz para saber qué tanto conoce una persona en relación a lo que estudia: existen formas de copiar durante las pruebas presenciales, los ensayos se pueden comprar, durante una evaluación el estudiante puede estar pasando por un mal momento y un largo etcétera de variantes que influirán en esos numeritos que a la gente tanto le gusta recalcar (Andrea Pretch ofrece una interesante reflexión sobre este tema).

No es la carencia de título universitario, las calificaciones o la edad lo que hacen a un interlocutor válido, sino la calidad de sus ideas y argumentos; de ahí que generalizar al respecto sea un garrafal error. Me parece que la recomendación de Marinovic hacía los estudiantes («guarden silencio») no sólo es discriminatoria, sino que además es perjudicial. Si de verdad se quiere mejorar la calidad educacional con quiénes más deberían dialogar es con los niños y jóvenes. Mi llamado no es a que sólo entre la juventud se tomen las decisiones, sino que en conjunto se arme un nuevo sistema; que todos (educadores, economistas, abogados, estudiantes, políticos, cesantes) hablen y escuchen, que se fomente la participación y no la exclusión.

«Enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades para su propia producción o construcción».
– Paulo Freire

6 comentarios en “Todo para los estudiantes, pero sin los estudiantes

  1. en lo referente a menores de edad con el derecho a voto en comparación con las mujeres que carecían de derecho en la antigua Grecia… Podría ser, pero por lástima estamos en Chile y es lamentable que la mayoría de los niños menores de edad son un fiasco, maliantes, o si no lo son obviamente carecen de madurez, imagínate después alguna riña en los colegios por culpa de partidos políticos o etc, así que por eso creo que esta bien tener la mayoría de edad para votar. También sobre los universitarios que no son alumnos de excelencia, pues se nota a simple vista, si hubieran sido excelentes, habrían sido capaces de crear buenos argumentos para llegar a cierto acuerdo con Lavín, pienso que sobraba la actitud de los estudiantes al exigir que Lavin abandonará su cargo como ministro de educación.Saludos, muy interesante tu blog 🙂

  2. Gracias a todos por sus comentarios :)T. Sweeney, el problema no pasa sólo con los menores de edad o los universitarios. En Chile la mayor parte de la población no posee autonomía intelectual. Para las últimas elecciones presidenciales Canal 13 creó un test para que las personas vieran con cuál de los candidatos tenían más ideas en común: los principales puntos eran la legalización de la marihuana, el matrimonio homosexual, la nacionalización del cobre, la desmunicipalización de los colegios, el impuesto al libro y los proyectos Pascualama e Hidroaysén. A muchas personas que hicieron ese test les leí comentarios tipo "me salió Arrate, pero yo votaré por Piñera" o "me salió Frei, pero yo soy derechista así que votaré por Piñera". Y no eran nada menores de edad: eran personas mayores, inscritas en el registro electoral, pero que no tenían ni el más mínimo criterio lógico al momento de elegir a su candidato. Se dejaban guiar más por la orientación política y la "tincada". Si fuera por excluir a alguien del voto o de la toma de elecciones se debiera dejar aparte a quiénes no tienen capacidad de reflexión y análisis y no a menores de edad. Sin embargo, no apoyo en absoluto la exclusión porque al final somos todos responsables de que existan personas en nuestra sociedad que no tienen dicha capacidad analítica. Que en las salas de clase no se fomente la discusión ni la reflexión es una gran causante de que la población chilena sea como es.Ahora, con respecto a "si hubieran sido excelentes, habrían sido capaces de crear buenos argumentos para llegar a cierto acuerdo con Lavín" lo dudo mucho. El ahora ex ministro de educación no posee ni capacidad argumentativa ni de análisis, por lo que por más que se le presenten buenos argumentos los seguiría obviando.Saludos.

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